Diario La Nación, jueves 11 de junio de 1942

(Traducido del último número de Free World, revista seria y prestigiosa, cuya editorial viene firmado por Henry A. Wallace. Vicepresidente de los Estados Unidos).

Chile es un país de notorios contrastes. Algunos de los más notables los ofrece su geografía, pero más sorprendentes son los que provienen de los seres humanos. Chile es más largo que todos los países de Europa. Sus 2.633 millas de costa constituyen una de las más largas del mundo, y ninguna ha atraído mayor número de navegantes, exploradores y aventureros. En su frontera oriental, los Andes sólo son sobrepasados por los Himalayas; en la occidental, el Océano Pacífico posee abismos estupendos. El viajero que se trasmonta por aire desde Argentina hasta Santiago, la hermosa capital de Chile, tiene que cruzar entre el Tupungato y el Aconcagua casi a veinte mil pies de altura. Y, asimismo, el turista que navega hacia sus puertos ni siquiera se da cuenta que va por la superficie de un mar que se hunde hasta 22.750 pies, como ocurre frente a Taltal. 

Los contrastes son notables tanto en la economía como en la geografía, pero son más extraordinarios todavía cuando se contempla el elemento humano. En sus 292.674 millas cuadradas de superficie vive una población de cinco millones de habitantes, compuesta de blancos, mestizos e indios de pura raza.

En la parte austral del país, el siniestro ejército de ocupación de Adolfo Hitler monta guardia en las vecindades del Estrecho de Magallanes, soñando en separar esta zona del resto del país para formar con una parte de la Patagonia argentina los Estados Unidos Totalitarios del Sur. 

Uno se pregunta cómo han podido los nazis elegir esta región tan poco desarrollada tanto desde el punto de vista humano como económico, para conservarla a despecho de una dura y constante lucha contra la naturaleza gigante. No ha sido un azar. La zona ha sido cuidadosamente elegida a causa de su ubicación geográfica, que la favorece con todo los requisitos de una estrategia mundial, que tiende a una expansión imperialista sin paralelo en la historia. 

El Estrecho de Magallanes proporciona una cierta continuidad -difícilmente podría llamársele unidad- con el extremo sur del Continente americano. Las asperezas de los Andes se suavizan al aproximarse al Estrecho y ofrece al navegante  playas de lento declive que a veces terminan en bordes de arena. El estrecho es algo más que una simple unión de los dos gigantescos océanos. Constituye una rica región maderera y apta para la crianza de ovejas, como así mismo para posibilidades de una explotación comercial. El establecimiento de un centro industrial o productos de los cultivos que su clima permite aumentaría inmediatamente el valor de todas las tierras que se extienden hacia el norte en un laberinto de valles, fiordos, bahías profundas e islas asimiladas a la tierra firme, y que llegan hasta el golfo de Reloncaví. 

Las cosas australes son tan quebradas que no tienen igual en el mundo. A su frente se acumulan miles de islas cuyos intrincados canales y fiordos ofrecen las más seguras bases para una poderosa flota que pretenda establecer su dominio sobre vastas extensiones de mar. 

Este es el objetivo a que celosamente aspiran miles y miles de previsores colonos alemanes, organizados militarmente por los nazis y que, aún desde antes que este partido existiera, pretendían crear una pequeña Alemania en el sur de Chile. Desde hace numerosas generaciones, Alemania ha estado enviando a esta región contingentes de colonos. Rodeados por una naturaleza hostil y por los indios, los colonos se relacionan solamente entre ellos y evitan la asimilación con los chilenos. Forman colonias, edifican ciudades, construyen caminos, trabajan la tierra, exploran los estrechos, abren nuevas rutas de comunicación, explotan las selvas, buscan la riqueza mineral bajo la superficie del suelo, erigen funciones, establecen escuelas y aportan su civilización a esta parte del mundo, pero continúan hablando solamente alemán y considerándose ciudadanos de la distante Germania. Sus hogares son confortables y limpios, pero alemanes. Hasta que Hitler se elevó al poder, su canto favorito era “Deutschland über alles”. 

Cuando Hitler llegó a ser el señor, la swástica empezó a flamear en todas las casas alemanas de Valdivia , Osorno, Temuco y Puerto Montt; una cruz swástica que tenía como fondo un sol cuyos rayos se esparcen sobre Chile y la Patagonia argentina, región que llegará a ser mañana el borde oriental de los Estados Unidos Totalitarios del sur, si es que las fuerzas de democracia no despiertan de su cómodo letargo y hacen algo para evitarlo.  

 

II

 

El comando supremo del partido nazista en Chile tiene su cuartel central en Santiago desde donde se dirigen las actividades de los espías y de las tropas germanas a través de todo Chile, aun cuando la capital no es el centro geográfico de la región en la cual los nazis están particularmente interesados. 

El Partido Nacional Socialista alemán constituye la espina dorsal de las organizaciones de las quintas columnas en Chile, las cuales, por sorprendente que parezca, operan abiertamente en unión de los jefes nazistas. 

El partido nazista ha existido en Chile desde hace 10 años, como lo prueban las publicaciones del periodico La Defensa, de Santiago, que es el órgano oficial de la Liga de Defensa, formada por elementos prominentes de la juventud profesional y trabajadora del país. 

El centro principal del partido está establecido en la Embajada alemana, que se refugia tras la inmunidad diplomática y los privilegios extraterritoriales para mantener a salvo sus archivos de toda investigación policial. 

Dependiente de esta alta jefatura, hay tres comandos regionales (Ortsgruppen), de los cuales dos corresponden a Valdivia y a Puerto Montt en tanto que la jurisdicción del tercero son las provincias del norte. De acuerdo con cálculos oficiales, hay 35.000 miembros del partido en Chile, de los cuales 8.000 están organizados militarmente y sometidos a la estricta disciplina nazista. El jefe supremo del distrito de Chile es el Agregado Comercial de la Embajada alemana, Walter Beotiger von Schermann. La propaganda del cuartel general está a cargo de Arturo Kast, quien tiene como asistentes principales a Carl Vegelay y H. Vierling, ambos pertenecientes a la agencia de noticias y propaganda Transocean. La organización de espionaje del partido, incluyendo el servicio secreto militar y el de la Gestapo depende de Werner Siering, gerente general de la firma Bayer. Fuentes bien informadas de Santiago aseguran que los agentes principales del servicio de espionaje son varios cónsules germanos y múltiples empleados de la misma nacionalidad a lo largo de todo Chile. Las tropas de asalto están bajo el comando de Werner Scherrr, quien cuenta como ayudantes a dos instructores militares, A. Zippelius, oficial del Ejército del Reich, y el cónsul general Karl Reichmann. 

Por varios años, el alto comando hitlerista para toda Sud América estuvo ubicado en Chile, bajo la dirección de Willy Koehn, propietario de tierras vecinas al Lago Renco y otras en las cercanías de Valdivia. Este señor actuó en Chile desde 1931 como agente personal de Hitler, y se le ascendió a ese puesto gracias a sus buenos servicios; más tarde, cuando sus actividades fueron descubiertas y provocaron el descontento de la opinión pública en Sud América se le concedió un cargo diplomático en la España de Franco. 

Organizaciones auxiliares del partido nazi trabajan activamente en Chile. Aunque independientes del partido mismo, dos de estos grupos son los más peligrosos: la Unión Chileno Germánica (Deutsche Chilensis cher Bund) y la Asociación de Amigos de Alemania. El primero pretende ocuparse solo de los intereses culturales de Alemania en Chile, pero, en realidad, es una organización disfrazada para el entrenamiento de las escuadras de la quinta columna; la segunda es una poderosa organización que se extiende por todo el país y reúne a los renegados chilenos que fortalecen al partido nazi.

Para apreciar el peligro de la Unión Chileno-Germánica basta saber que posee organizaciones filiales en cuarenta y una localidades. Sus jefes, Claus von Platz, secundado por Arturo Junge. Su cuartel general está en Santiago. La Asociación de Amigos de Alemania realiza un ágil trabajo entre los partidos políticos por intermedio de algunos de sus prominentes aliados. El presidente de esta Asociación es el general en retiro E. Ahumada, ayudando por el general Díaz y por el general alemán Hans Von Keisling. Al comienzo, las fuerzas democráticas de Chile no concedieron importancia a esta organización, pero el tiempo y los acontecimientos han probado cuán grande ha sido este error. Testigos responsables afirman la evidencia de sus actividades destructivas. 

El partido nazista cuenta con la ayuda de la falange española y del partido facista italiano, cuyos miembros residentes favorecen el régimen totalitario en sus respectivos países. La Defensa, de Santiago, ha divulgado que el alto comando del partido nazi está organizado sobre base militar, semejante al comando de cualquier ejército en tiempo de paz. Pero además del comando permanente, hay otros móviles que van y vienen a lo largo del país, tales como los jefes de propaganda, de espionaje, de inspección, de la Gestapo, etc. Muchos de éstos llegan a Chile desde otros países sudamericanos o directamente de Alemania, y permanecen en el territorio sólo el tiempo necesario para cumplir sus órdenes. 

Dos publicaciones contribuyen al desarrollo de tales organizaciones: la Weskuesten Beobachter y Deutsche Zeitung fur Chile. 

La edición en castellano de la última se distribuye gratuitamente en todo el país; pero la más nociva influencia nazi es el control que se ejerce sobre la prensa chilena, especialmente en provincia. 

Agréguese a ella la propaganda que realiza la Embajada alemana y las agencias noticiosas Transocean, Transradio Chilena, la agencia Stefani y la agencia Domei.

Tran fructífera ha sido esta propaganda, que hoy existe verdadera confusión en Chile acerca de los ideales nacionalistas. Durante los últimos tres años ha habido frecuentes desórdenes y abordados putsches, que indican la peligrosa situación que existe en la vida política chilena. 

(Continuará).

 

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